A veces hay cosas que se cruzan y cambian drásticamente los planes de uno. Mi participación en el VI Simposio Pluridisciplinar sobre Diseño y Evaluación de Contenidos Educativos Reutilizables (SPDECE 2009) que había estado esperando y preparando desde hace meses, quedó de lado por la pasión que nutre mi vida desde hace más de 10 años: hockey.
El Campeonato Mundial de mayor se llevó a cabo en Varese, Italia del 5 al 11 de julio. Fue mi tercer mundial con la selección mayor, y a diferencia de los anteriores que fui tercer portero, esta vez fui segundo y por primera vez jugué con mi número: 34.
Entoné el himno nacional dentro de la cancha, con la bandera en alto y el calor y sudor por todo el cuerpo, habían pasado 5 años desde la última vez que sentía esto. Venían a mi mente todas las personas que me habían apoyado para estar ahí, mi familia, mis equipos, mis rivales, mis alumnos, el significado, la oportunidad.
Fue un equipo más unido en la cancha, pero nuestros castigos nos deshicieron los partidos y aunque ganamos la mitad, perdimos los que más pesaban y nos bajó mucho la clasificación final. 14 de 16. Las derrotas fueron cerradas y la última en tiempo extra. El golpe anímico de cada una fue contundente. Aún así, disfruté mucho mis 40 minutos de cancha y todos los instantes en la banca, especialmente el primero y el último de nuestros goles.